Livio Mehus es un artista desconocido en España que sin embargo, desde los años sesenta del siglo XX, ha llamado poderosamente la atención de los especialistas en ese periodo, en parte por su evidente capacidad técnica y en parte, también, por el tratamiento otorgado a los temas que aborda, que lo aproximan a pintores de fuerte personalidad como Salvatore Rosa, Pier Francesco Mola y Pietro Testa. Dotado al parecer de una personalidad incansable, aparece a los 14 años en Roma y posteriormente en Florencia, Lucca y los alrededores de Génova, trabajando también en momentos sucesivos en Piamonte y Lombardía. Está plenamente documentada su actividad como pintor al óleo, al fresco, experto en pintura del norte de Italia y como restaurador al servicio de los Médici, familia que conservó una parte importante de su producción.En el cuadro aparece representado el genio de la pintura coronado de laurel y copiando el cuadro de Tiziano El martirio de San Pedro Mártir, originariamente en la iglesia veneciana de San Giovanni e Paolo y ahora destruido. En el centro de la composición se encuentra el autorretrato del artista que mira al espectador. Esta obra forma pareja con El genio de la escultura, que se encuentra en la Galleria Palatina de Florencia, en la que el propio autor, con mayor protagonismo que en el cuadro del Prado, llama la atención del espectador sobre las esculturas clásicas que se sitúan en el segundo plano de la representación. Este cuadro, al igual que su compañero de la Galleria Palatina, presenta una compleja iconografía que lo convierte en un auténtico "tratado visual" en el que se muestra una determinada forma de contemplar la historia de la pintura, su valor docente y las distintas opciones estilísticas que ofrece la tradición italiana, de las que el propio Mehus, a través de su autorretrato, se muestra como su interlocutor más válido. Así, Livio Mehus se convierte en el protagonista de ambas escenas al presentarse como un pintor de saber universal que conoce y estima tanto el arte de la Antigüedad, como los más célebres mitos modernos, así como las opciones estéticas (dibujo y color) y sus centros de producción (Roma y Venecia).Por último, el cuadro presenta un gran estado de conservación y una factura primorosa que llevó a un crítico tan avezado como Roberto Longhi a confundirlo con Velázquez.
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