Jesús es bajado de la Cruz con la ayuda de una sábana blanca por tres santos varones que lo depositan en las rodillas de la Virgen. San Juan abre los brazos desolado y la Magdalena arrodillada besa los pies del Cristo. Estuvo, como sus compañeros, en el oratorio del Rey en el Palacio del Buen Retiro, hasta al menos 1808. Es una de las composiciones más afortunadas del artista, compuesta en diagonal, que, como de costumbre, se subraya con la luz que irradia la sábana blanca y el cuerpo de Cristo, dejando el fondo en una penumbra grisácea en la que se destaca, cubierta a medias por nubes, la cruz y las escaleras. A los lados, en sombra, las dos cruces de los ladrones.
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