Retratado con hábito de su dignidad, compuesto por muceta de piel y manto púrpura, característico de los canónigos de la Corona de Aragón, bajo el que asoma la sobrepelliz, de ricos encajes. De rostro enérgico y vivaz, sujeta en la mano derecha el birrete y en la izquierda un misal o breviario, que adelanta hacia el espectador. La reja de la catedral sirve de fondo al retrato para subrayar la categoría del eclesiástico. Mariano Liñán y Morelló fue uno de los personajes más significativos de la vida eclsiástica, política y universitaria de la Valencia de su tiempo. Nacido el 1 de noviembre de 1769 en el Grao de Valencia, fue alumno del Colegio Mayor de Santo Tomás de Villanueva, y
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Retratado con hábito de su dignidad, compuesto por muceta de piel y manto púrpura, característico de los canónigos de la Corona de Aragón, bajo el que asoma la sobrepelliz, de ricos encajes. De rostro enérgico y vivaz, sujeta en la mano derecha el birrete y en la izquierda un misal o breviario, que adelanta hacia el espectador. La reja de la catedral sirve de fondo al retrato para subrayar la categoría del eclesiástico. Mariano Liñán y Morelló fue uno de los personajes más significativos de la vida eclsiástica, política y universitaria de la Valencia de su tiempo. Nacido el 1 de noviembre de 1769 en el Grao de Valencia, fue alumno del Colegio Mayor de Santo Tomás de Villanueva, y benefactor de la iglesia parroquial de San Nicolás. Paborde y catedrático de Historia y Lengua árabe en la Universidad de Valencia, fue elegido diputado en las Cortes de 1820 y miembro del Estamento de Próceres en 1834, siendo en esta segunda etapa de estancia en la Corte cuando fue retratado por su paisano Vicente López. Comisario General de la Santa Cruzada y Caballero de la Orden de Carlos III, fue elegido Obispo de Teruel, cargo que no llegó a ocupar al fallecer en Madrid el 14 de mayo de 1844. Se hizo famoso en su tierra por legar su fortuna de 55.000 duros para la traída de agua potable a la ciudad de Valencia.
Con toda justicia, Camón califica este retrato de Vicente López como "una de sus creaciones cumbre", aunque su firma es claramente apócrifa, como revelan tanto su grafía como la reciente restauración del lienzo. En efecto, resulta relamente sorprendente el alarde de virtuosismo de que López hace gala en este retrato, uno de los más sobrecogedores de su última madurez, tanto en la reproducción de las calidades táctiles de la piel de la muceta o los encajes del hábito, como en el efecto de trampantojo del breviario que sostiene en la mano el clérigo, captada magistralmente en su rostro toda la presencia vital, enérgica y temperamental, de este destacado prócer de la vida valenciana de su tiempo.
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