A lomo de burros y tocados de los famosos capirotes, los acusados por el Tribunal de la Inquisición son paseados para escarnio público. A su alrededor, el pueblo les lanza improperios cuando no les golpea, como el personaje que en el centro de la composición porta un objeto.
Partiendo de la temática y la estética de Goya, Eugenio Lucas realiza este tipo de obras siempre con un espíritu claramente crítico. La posición de espaldas de las víctimas, que impide al espectador contemplar su rostro, es la mejor prueba de la condescendencia del pintor hacia los condenados.
El uso tenebrista de la luz, así como la pincelada pastosa y muy vibrante, dan un resultado claramente expresionista, que choca abiertamente con el academicismo imperante en el momento en que fue pintado el cuadro. De igual manera, el uso extremo del negro para la tonalidad general, hace que los colores resalten dramáticamente, logrando un efectismo visual muy común en todas sus obras.
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