Representación de la pradera de San Isidro con el horizonte de Madrid al fondo, en el que se pueden reconocer las siluetas del Palacio Real, a la izquierda, la Iglesia de San Andrés y la gran cúpula de San Francisco el Grande.
En primer plano, los árboles de hojas marrones delatan la estación en la que fue pintado el cuadro, quizás otoño o invierno y la cantidad de gente reunida quizás haga referencia a una festividad.
Este cuadro fue donado al desaparecido Museo de Arte Moderno por María Teresa Moret en 1922.
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