La amplia perspectiva de este paisaje costero, el enfoque lumínico paralelo que nos guía en líneas confluyentes hacia el horizonte, la tonalidad terrosa y dorada que envuelve la atmósfera de un atardecer, el uso de diminutos elementos para humanizar el paisaje, etc., evocan composiciones de tinte tardorromántico, muy recurrentes en Haes en su primera etapa de producción y todavía algo alejadas del realismo y la veracidad que serán características en su obra.
Fue presentado, junto con otros tres paisajes, a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1860 consiguiendo una primera medalla, a pesar de que la crítica no fue unánime y destacó tanto su maestría técnica como un cierto grado de repetición en sus composiciones y temáticas.
Este cuadro guarda una gran semejanza con el paisaje fechado en 1859, Planicie rocosa (propiedad de Patrimonio Nacional, actualmente en el Palacio Real de la Almudaina de Palma de Mallorca), que reflejaría el mismo paraje de la zona de Torremolinos, con perspectiva más cerrada y la gama cromática más clara, pero con composición y luminosidad semejantes e idénticos accidentes geográficos, lo que llevaría a pensar que este paisaje de 1859 sería la base sobre la que se pintó nuestro paisaje, pintado y premiado en 1860.
Fue adquirido por Real Orden de 20 de diciembre de 1860.
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