Representación de San Jerónimo (h. 340-420) penitente, vestido únicamente con la capa cardenalicia roja y sujetando una cruz mientras golpea su pecho con una piedra.
El tratamiento de la luz, que recorta la figura del santo frente al fondo neutro, y el detallismo tanto en la representación de la anatomía del personaje como en el dinamismo de su mirada, otorgan gran expresividad a la composición y revelan la habilidad alcanzada por Ribera al final de su vida para comunicar por medio de la pintura.
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