Retrato de cuerpo entero de don Ramón de Errazu, amigo personal y cliente de Madrazo, a quien compró y encargó numerosas obras.
La sencillez de la composición, calificada como “velazqueña” por su parecido con algunas obras del pintor Diego Velázquez, y el profundo conocimiento que el artista tenía del carácter del personaje, contribuyen a dar una total naturalidad y elegancia al conjunto del modelo, en parte idealizado, por la verticalidad y estrechez del formato utilizado con profusión entre los retratistas franceses del último tercio del siglo XIX.
Este cuadro ingresó en el Museo del Prado como parte del legado de Ramón de Errazu.
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