Maleta de forma prismática, con un alma de varas de madera y recubierta de cuero. Presenta una tapa plana y rectangular en su parte superior. El cuero va decorado y reforzado con tiras del mismo material configurando motivos geométricos de cruces inscritas en cuadrados y bandas paralelas a modo de friso. Restos de una cerradura cuadrada de hierro. Carece de grapas de hierro de refuerzo.
Las maletas se documentan desde el siglo XV y las españolas conservadas a partir del siglo XVI son de cuero, reforzadas con tiras del mismo material, como el ejemplar que se estudia aunque esta tipología popular de contenedor podría repetirse hasta el siglo XIX. Covarrubias definía la maleta como la valija en que se llevan los vestidos de camino o ropa, más propiamente la que es de cuero y va cerrada con su cadena y candado (Aguiló, 1993: 83). Las maletas carecían de asas y se llevaban en las cabalgaduras, aseguradas al arzón, sirviendo de apoyo al jinete. De este tipo hay varios ejemplares en el Museo de Artes Decorativas de Barcelona y en el Museo del Art de la Pell de Vic, unas de cestería y otras de cuero y que en el siglo XVIII recibe el nombre de almofrex, término utilizado en España para denominar a las fundas para las camas de camino a modo de costal, a menudo impermeabilizada con cera. La abertura estaba situada en el lado más largo y se cerraba con un cordel que pasaba por ojales. Estas fundas también se utilizaban como maletón, especialmente para la tapicería, como aparece en el inventario de María de Hungría que recoge Aguiló.
Pertenece a la tipología de los baúles de camino, de ligero peso, recubiertos en su exterior de cordobán y cosidas con tiras de cuero. Este tipo de decoración aplicada se utilizó en la Nueva España (con hilo de pita o magüey), de ahí su paralelismo con las petacas mejicanas y peruanas. En Nueva España, antes de la conquista y en los primeros tiempos después de ésta, se utilizaban hechas de cañas (de cestería) y recubiertas de piel, en este caso, piel cruda. Las petacas tenían en el interior de cestería o, como la que nos ocupa, sólo con un alma de varas de madera, lo que les daba una gran ligereza para el transporte y almacenaje, al tiempo que quedaban protegidas del sol y del agua por la piel. Estas cajas contenedoras se denominaban petllacallis en náhuatl, de donde procede el vocablo petaca. Se conservan ejemplos similares en el Museo del Art de la Pell en Vic, en concreto las petacas de procedencia colonial, la petaca del Museo Louis Vuitton, denominada malette o las del Museo de Artes Decorativas de Madrid, el Museo Arqueológico Nacional de Madrid o el Museo Cluny de Paris.
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