Se trata de una pintura procedente de colecciones históricas españolas y que hasta ahora se consideraba perdida. Efectivamente, formó parte de la galería de los Marqueses de Villafranca, donde la vio Antonio Ponz en el último cuarto del siglo XVIII. Posteriormente aparece en la colección de José de Madrazo, con las mismas medidas que ahora mantiene y con una descripción que no deja lugar a dudas: "240. La presentación del Hijo de Dios en el templo El Pontífice, acompañado de otros sacerdotes, tiene en sus brazos al Niño Dios delante del altar, y la Virgen y San José, arrodillados delante de él, ofrecen las dos tórtolas. A la derecha, en primer término, hay un levita con un cirio encendido en la mano. (Figuras del tamaño natural.)" La pintura muestra el momento en que el Niño fue llevado a Jerusalén para su presentación en Templo. Allí, Simeón, su anciano sacerdote, lo bendijo, profetizando su futuro y señalando su naturaleza divina. La Virgen, siguiendo la tradición entrega dos palomas blancas (Lucas, 2, 22). Se trata de una obra ambiciosa, de gran formato y considerable número de figuras, con rostros y actitudes estandarizadas y poco expresivas.
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