Goya rompe con la tradición barroca de esta tipología, interpretándola bajo los nuevos principios del Neoclasicismo. Los ropajes no vuelan ya alrededor de la figura, sino que se adaptan al cuerpo de una forma natural.
Esta deliciosa y emotiva obra es un boceto preparatorio para el lienzo del altar mayor de la Iglesia del Colegio de la Orden de Calatrava de Salamanca. Encargado con otros dos cuadros por don Gaspar Melchor de Jovellanos en 1783, desaparecieron todos durante la Guerra de la Independencia (1808-1812). El único testimonio de aquel importante conjunto decorativo es precisamente este boceto del Museo Nacional del Prado, que perteneció al propio Jovellanos.
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