La obra representa a una hilandera que apoya en una piedra y se recorta sobre un fondo de paisaje.
Resalta el detallismo empleado en la descripción de calidades, demostrando un cuidadoso estudio de cada uno de los elementos, vestimentas y tipos.
Esta obra ingresó en el Museo del Prado en 1878 desde el desaparecido Museo de la Trinidad, reingresando en el Prado tras su paso por el extinto Museo de Arte Moderno.
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