El cuadro es una de las obras maestras de la retratística de grupo, cuyos ejemplos son poco frecuentes en España, aunque están bien representados en el Prado con los excepcionales retratos de La familia de Felipe V, de Van Loo, y de Goya, La familia de Carlos IV, de 1800, y el más singular La familia de los duques de Osuna, de 1787. En este último aparecía la elegante duquesa, también sentada, aunque en compañía de su marido, el IX duque de Osuna, y los cuatro hijos nacidos hasta esa fecha.Este gran retrato, adquirido por el Estado en 2008, apareció hace unos años como obra inédita, hasta entonces desconocida por los especialistas. El lienzo evidencia con claridad el modo de hacer del pintor valenciano, amigo y colaborador de Goya, Agustín Esteve y Marqués. Retratista de prestigio en su tiempo, con un estilo propio muy depurado, de extremada delicadeza en el colorido y la técnica, trabajaba para los duques de Osuna, de quienes se podría definir como su Pintor de Cámara. También retrató a otros miembros de la aristocracia ya desde el decenio de 1780, desarrollando una actividad independiente y brillante en el década de 1790, que iba más allá de sus colaboraciones con Goya, centradas en las series de los retratos reales de 1789 y 1799 y en varias copias más de otros retratos importantes de ese tiempo, como el de La duquesa de Alba de blanco, de 1796, de cuya estética neoclásica purista surge el que ahora nos ocupa y otros varios más en distintas colecciones.La duquesa de Osuna pertenecía a la más alta aristocracia y era por ella misma condesa-duquesa de Benavente, entre otros títulos de importancia, y de Osuna desde 1787, al morir el padre de su marido, don Pedro Téllez-Girón, IX duque de ese título. De educación ilustrada y espíritu vivo, se relacionó con lo más elevado de la cultura española, siendo su tertulia, en el palacio familiar de Madrid o en el palacete de recreo El Capricho, de la Alameda de Osuna, una de las más interesantes de la Corte. Protegió a poetas y dramaturgos, así como a actores y cantantes, y promovió una asociación para el fomento de la ópera. Fundó la Junta de Damas, para la enseñanza de las campesinas, en Benavente, y de la duquesa partió también la iniciativa de integrar a las mujeres notables en la Real Sociedad Matritense de Amigos del País, que recibió el nombre de Sociedad de Damas de Honor y de Mérito. Su labor, sus "servicios, prendas y calidades", le valieron el nombramiento de Dama de de la Orden de la Reina María Luisa ya en 1792, es decir, entre las primeras que recibieron ese honor.Desconocida la procedencia primera del cuadro, que no se ha localizado aún en inventarios contemporáneos, no figura entre las obras de arte de la colección de los Osuna, pero se encontraba ya en fecha reciente en la colección de Bornos.La moda que visten las dos damas, y la niña, sitúan el cuadro en los años centrales del decenio de 1790, siendo la fecha más avanzada hacia 1796-1798, cuando cambió drásticamente influenciada por la francesa del Directorio, en vestidos y peinados. La última hija de la duquesa, Manuela Isidra, más tarde duquesa de Abrantes, nació en 1794, por lo que tal vez podría ser ella la niña, de unos dos o tres años de edad, a la que la duquesa ofrece unas rosas. La joven en pie, a la derecha, también con la banda de la Orden de María Luisa, no parece identificable con ninguna de las otras dos hijas de la duquesa: María Josefa Manuela, la primogénita, y Joaquina, ya que eran aún en ese período jóvenes esbeltas, como revelan sus retratos de 1797, también de Esteve, en el Prado y en colección particular de Sevilla. No se casaron, por otra parte, hasta 1800 y 1802 y no recibieron la Orden de la Reina María Luisa hasta mucho más tarde. La banda de esa Orden que ostenta la dama joven de formas opulentas que acompaña a la duquesa, puede ayudar a su identificación y a explicar que el cuadro no figure en las cuentas, recibos e inventarios de la Casa de Osuna. Entre las damas que recibieron la Orden de la Reina entre 1792 y 1797, sólo una de ellas podría coincidir, por edad, con la joven aquí retratada: doña María Fernanda Fitz-James Stuart y Stolberg-Gedern, nacida en París en 1775, y duquesa de Aliaga por su matrimonio en 1790 con don Pedro de Silva Fernández de Híjar y Palafox, IX duque de Aliaga y más tarde XI duque de Híjar. Tuvieron una sola hija, Francisca Javiera, nacida en 1795, que murió sin descendencia en 1818, que podría ser tal vez la niña aquí retratada si no es la última de las hijas de la de Osuna, Manuela Isidra.La composición es de excepcional interés al valorarse la imagen de la mujer de alta alcurnia del siglo XVIII, como modelo que unía a sus cualidades maternales los intereses sociales y culturales de su posición y su tiempo. Esteve, como en otro de sus retratos femeninos de grupo, el de La condesa de Montijo y sus hijas (colección particular), ha ideado una escena que cumple plenamente con los ideales ilustrados para la mujer. Están dispuestas, además, casi a la manera de una representación clásica de las tres edades de la vida: la duquesa es ya una mujer madura, la otra, una joven en la plenitud de la vida, y la tercera, una niña, que representa el futuro de elegancia distinguida y premios a la virtud que ya han recorrido sus dos compañeras de mayor edad.La entonación general del cuadro es magistral al haber empleado Esteve casi exclusivamente tonos blancos con los numerosos matices cambiantes por el efecto de la luz sobre las gasas transparentes, sobre los que se destacan las bandas rojas, de moda en los años centrales del decenio final del siglo XVIII. La escena, con el elegante mobiliario y la cuna al fondo es de una sencillez y pureza singulares y revela la individualidad de Esteve como retratista, que supo, además, captar acertadamente el parecido y la personalidad de sus modelos.