Cuadro de devoción privada de Isabel de Borbón", en el que destaca el equilibrio y la serenidad de la composición, llamada a la meditación sosegada e íntima.
Como precedentes formales se han apuntado pinturas y estampas de varios autores: El Greco, Martin de Vos o incluso Rubens, aunque en todo caso la interpretación personal de Velázquez supera cualquier filiación.
Tanto la disposición de los personajes sagrados y el gesto de la Virgen como el tono rojizo de las vestiduras son posiblemente una sutil alusión al temprano culto al Corazón de María.
Pintado para el oratorio del cuarto de la Reina en el Alcázar madrileño.
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