Los hermas, en su origen postes que señalaban los limites de un campo y que colocaban bajo la advocación del dios Hermes, cobraron carácter monumental en Atenas bajo la tiranía de Hiparco (522-514 a.C.). Por esta razón, se impuso la costumbre de dar a la cabeza del dios -siempre el más representado para este cometido- rasgos arcaizantes muy marcados en la cabellera y las barbas.
La presente cabeza -correctamente reconstruida como herma por su primer propietario, J. N. de Azara- es un buen ejemplo de este principio, ya que sólo el fino trazado de los ojos y la carnosidad de los mechones de la frente revelan la verdadera cronología del original. En cuanto a la inscripción SARDANAPALLOS, añadida también por Azara, parece tener como origen el parecido de esta imagen con el Dioniso Sardanápalo del Vaticano, otro dios inspirado en prototipos arcaicos.