La continuidad que había presidido tradicionalmente el retrato cortesano español se rompió temporalmente con la llegada de los Borbones al trono. La asimilación del gusto y grandilocuencia franceses, se hace patente en retratos como el del hijo del primer Borbón, Felipe V. El gusto por la representación de las calidades en los tejidos y algunos detalles minuciosos, se combina con la factura amplia y cuidada, todo lo cual contribuye a crear una obra elegante y distinguida, dentro del mejor espíritu del retrato francés, al modo internacional de las cortes europeas.