Dios puso a prueba la fe de Abraham solicitándole que sacrificara a Isaac, su propio hijo. Antes de que Abraham pudiera consumar el sacrificio, un ángel detuvo su mano, quedando demostrada su fe (Génesis 22, 1-18). Esta pintura fue ampliada en sus dos lados por una mano próxima aunque ajena a la de Giordano. A la muerte de Carlos II se localizaba en el Palacio de la Zarzuela.
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