Un mono vestido de escultor trabaja en su taller, realizando la estatua de un sátiro, mientras otro le ayuda y un tercero, ataviado con elegantes ropas, observa atentamente el trabajo. Al fondo se observan otras obras del artista, entre las que destaca el sepulcro de otro simio.
Pareja de El mono pintor (P1805), esta pintura responde a idéntica visión crítica por parte de Teniers hacia la actividad artística meramente imitativa. El mono como animal irracional incapaz de realizar algo que no sea copiar, simboliza a los artistas mediocres, mientras el notable personaje alude al falso entendido en arte. El sepulcro en que yace el simio, en actitud reflexiva, alude a la estupidez humana y a la pedante ilustración de la trascendencia de la muerte en ciertas obras artísticas.
Adquirido entre 1759 y 1766 por la reina Isabel Farnesio.