La estatuilla, restaurada sin razón como Fortuna, representa a la diosa frigia Cibeles, madre de los dioses y de todos los seres vivos, llamada por los romanos Magna Mater, la Gran Madre. Venerada ya en el segundo milenio por los hititas con el nombre de Kubaba, su culto se extendió durante el siglo VI a.C hacia el mundo griego. Un paso decisivo fue el traslado de su culto a Roma. Por intervención de la aliada Pérgamo, en el año 204 a.C. se llevó un meteorito sagrado del santuario de Cibeles en Pesinunte a Roma, donde fue recibido solemnemente. El templo de la Magna Mater que fue consagrado en 191 a.C. sobre el Palatino, y se quemó en 3 d.C., para ser reconstruido por Augusto. Durante su reinado, la divinidad residió cerca de la morada del Emperador en el Palatino y fue venerada como madre divina de los romanos, los cuales pretendían ser de origen troyano.
La escultura de Madrid copia la imagen de culto de la diosa del Palatino, entronizada y flanqueada por dos leones. En su brazo izquierdo llevaba un pandero, alusión a la música orgiástica del culto, mientras que la mano derecha extendía una copa de ofrenda. Su manto cubría una corona torreada, hoy desaparecida. Por analogía con una estatuilla similar con inscripción votiva, la Cibeles del Museo del Prado fue muy probablemente una figura votiva y colocada en un santuario público o en el larario de la casa. La forma de la base y el trabajo escultórico indican una fecha al comienzo de la época antoniniana.
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