Esta Ceres, diosa de la tierra, la agricultura y la fecundidad, coronada de espigas, ha estado expuesta a la intemperie durante casi un siglo sufriendo deterioro, golpes y vandalismo, por lo que la erosionada imagen que hoy vemos de lo que queda de la escultura apenas nos ayuda a su contemplación. Además fue restaurada hace años sin que hoy se disponga de informes sobre antiguas intervenciones que le añadieron, por ejemplo, los brazos. Aún así es indudable la calidad de la obra. El destacado estudio de pliegues contrasta con el análisis anatómico menos elaborado, y tiene un canon estilizado que, parece, era el que interesaba al escultor, encajando su concepción en la más pura estética neoclásica y en clara relación con su obra de juventud.
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