Sobre un estrecho tablero se disponen una pequeña selección de objetos y manjares propios de una merienda o refrigerio, donde la luz conforma volúmenes y calidades al destacar los distintos elementos sobre un fondo muy oscuro. Es perceptible la influencia de Sánchez Cotán y el conocimiento de la pintura tenebrista italiana, que hacen de éste el bodegón más unánimemente admirado de Van der Hamen.
Posiblemente pintado para una sobrepuerta, la visión de estos dulces manjares se convertía en un perfecto trampantojo y en una elegante invitación a degustar frutas escarchadas, barquillos y aloja, una bebida de origen morisco preparada con aguamiel y especias aromáticas, cuya dulzura justifica la presencia de las dos moscas que sobrevuelan el frasco.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
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