Los dibujos del Álbum G presentan escenas muy variadas, que no se ajustan a una idea unitaria, salvo la de su humor corrosivo. El asunto tratado en Se hace Militar se relaciona con el de otros dibujos en los que Goya satirizó a las órdenes religiosas, cuyos miembros veía como holgazanes e inútiles para la sociedad. Varios elementos en la indumentaria de los personajes pueden aclarar el periodo al que se refería aquí Goya, probablemente poco antes de su salida de España en 1824, así como el significado de la escena. El fraile, en esta ocasión, podría identificarse con un franciscano capuchino, reconocible por su hábito y capucha puntiaguda, sus pies desnudos y las largas barbas. Un risueño militar, cuyo uniforme ligero y algo roto, así como su boina, le revelan como posible miembro de la Milicia Nacional del Trienio Liberal (1820-23), le corta las barbas, aunque Goya lo presenta como "esquilándole" con regocijo y cierta brutalidad, por las tijeras características de esquilar animales que utiliza.
El número de los religiosos en España había sido muy elevado; por ejemplo, a fines del siglo XVIII los franciscanos, a los que había protegido Carlos III después de expulsar a los jesuitas, ascendían a 18.500, aunque la orden contaba en total por entonces con más de 34.000 miembros y, aunque habían disminuido después de la exclaustración de Bonaparte, se habían recuperado para 1820.
El fraile de esta escena, ya de una cierta edad, se va a hacer militar por decisión propia, según parece indicar la frase de Goya, ayudado por el miliciano liberal. La exclaustración supuso un problema de reinserción para los religiosos y el artista parece expresar aquí que la vida militar no le va a suponer al fraile un mayor esfuerzo y dedicación que su vida de ocio dentro de la orden, como ha expresado vivamente con el gran sillón que sitúa a su espalda. Las botas con espuelas indican que su destino va a ser nada menos que la caballería, cuerpo siempre de élite que, como parte de la liberal Milicia Nacional, se había formado en 1822. Están, sin embargo, caídas en el suelo, aunque el nuevo militar aferra el fusil con seguridad, mientras un servicial personaje al fondo, con anticuada peluca de sirviente, se acerca con la casaca de oficial, de bocamangas dobladas, con la que va a sustituir el hábito.
El dibujo presenta ya perfectamente desarrolladas las características formales de las obras de los últimos años de la vida de Goya. Con los trazos del lápiz, muy cercanos aquí al modo de hacer de las litografías de los Toros de Burdeos, de fines de 1824, define las expresiones de las figuras principales y sus estados de ánimo, trasmitiendo al espectador las sutiles relaciones entre los protagonistas. La blanda consistencia del lápiz le permite difuminarlo en el mantillo y capucha del hábito, para conseguir la materia exacta de la lana, y también, posiblemente, para disimular un arrepentimiento en la zona de la cabeza.