Este retrato, presenta a un romano desconocido. Con su cabello corto, una expresión facial resuelta y firme, la nariz de curvatura audaz y el mentón anguloso y bien afeitado encarna el ideal de un romano republicano en la flor de su vida. Además de los retratos de ancianos, muy propios del arte de la República, cuyos rostros fláccidos y arrugados pretenden evocar una larga experiencia política hacia mediados del siglo I a.C. se crea un nuevo género de retrato: el de político joven. A diferencia de los retratos de políticos romanos hechos en tiempos de Sila, este nuevo género no se orienta en función de los expresivos retratos de los soberanos helenísticos, sino que atenúa los rasgos de la vejez de la escultura republicana. La forma del busto y los detalles del trabajo del mármol evidencian que el retrato del Prado no es original sino una versión más tardía; es posible que los parientes del retratado lo hayan mandado hacer para el panteón de la familia. Dado que no es conocida la procedencia de esta cabeza y teniendo en cuenta el buen estado de conservación, se puede sugerir que la cabeza no ha sido trasladada con frecuencia en la época moderna y podría pensarse en un retrato de Mérida o de la provincia de la Bética (actual Andalucía), que fuera obsequiado a la Casa Real.
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