Retrato de un caballero de la Orden de Santiago, de media figura, rostro alargado, facciones marcadas y bigote típico del siglo XVII. Traje negro con gran cruz de Santiago en el pecho y se vislumbra parte en el brazo izquierdo.
El cuadro procede del legado testamentario del marqués de la Vega Inclán en 1942.
Entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII surge en España un tipo de retrato masculino donde el retratado solo aparece de busto, con su cabeza intensamente iluminada, que se recorta sobre un fondo neutro y oscuro. Este tipo de retratos se consideran perfectos ejemplos de la tan comentada austeridad hispana, pues al ir los retratados con el característico traje a la española, el resultado era el clásico negro sobre negro de buena parte de nuestra retratística barroca.
Se ha comentado lo interesante de estos retratos, al carecer de cualquier elemento que aluda al oficio del retratado, es que se habrían realizado fundamentalmente para un consumo privado (Portús Pérez, J. 1999: 45). Aunque en nuestro personaje anónimo es claro el deseo de resaltar en su retrato su condición de caballero de la Orden de Santiago, mostrando la roja cruz de Santiago, bordada sobre el traje negro, es evidente que el retrato tiene un claro carácter íntimo, de salón o alcoba familiar, muy lejos de cualquier galería o salón público de un palacio, donde el personaje habría sido retratado de cuerpo entero, con su espada ropera, seguramente junto a un bufete y con el atributo de su oficio: la toga de de jurisconsulto, la llave de Ujier de Cámara de Su Majestad, etc. Recordemos aquí el magnífico retrato de figura completa de don Diego del Corral y Arellano, Oidro del Consejo de Castilla, realizado por Velázquez hacia 1631 (Museo del Prado).
Por sus caractríasticas estilísticas el presente retrato debió ser pintado en la década de 1620. La iluminación es intensa y dirigida, característica de estos años donde estuvo de moda el naturalismo caravagiesco. Y la pincelada es prieta y muy detallista, un modelado bastante duro. Recordemos que en estos mismos años Velazquez pinta retratos muy similares en concepto a este que estudiamos, como el supuesto retrato de Francisco Pacheco (ca. 1620-1622), el retrato de hombre joven, considerado hasta hace unos pocos años como autoretrato del sevillano (ca. 1623), todos ellos en el Prado.
Hay un elemento en el retrato que nos sirve para precisar más la cronología del mismo: el cuello de golilla que viste el personaje. Durante el reinado de Felipe III había sido característico en el traje masculino español el aparatoso cuello conocido como gorguera o cuello de lechugilla. Felipe IV, recien ascendido al trono, deseoso de dar un aire de más austeridad a su corte, promulgaba en enero de 1623 una pragmática de austeridad sobre la reforma de los trajes, que imponía en el traje masculino un cuello mucho más sencillo, el llamado cuello de golilla, que es le cuello que porta nuestro anónimo caballero de Santiago, y por lo tanto el retrato fue pintado después de dicho decreto de 1623.
(Cat: Redondo Cuesta, José. 22 / 06 /2007)
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