Considerado en el catálogo de la colección Lázaro publicado en 1926 como un retrato del erudito Nicolás de Azara (1730-1804) y como obra de Goya, -atribución que seguramente estimularía su adquisición por el coleccionista-, resulta evidente tanto su escasa relación con la retratística goyesca como lo disparatado de su identificación, comporbable con la simple comparación de la fisonomía del modelo con los retratos seguros de Azara [...]. A pesar de alguna inseguridad en el dibujo y una leve tosquedad de trazo, es retrato de cierto interés por lo esponjoso de su factura, único recuerdo de leve evocación goyesca, apreciable fundamentalmente en la zona iluminada de la levita, aunque sujeto a los riores académicos en la disposición del personaje, que le proporciona una pose algo envarada.