Fue adquirida por Carlos IV para su propiedad personal, pasando después a integrarse en las Colecciones Reales. Posee una factura y composición que le aproxima a las obras del pintor francés Michel-Nicolas Micheux (1688-1733), dentro de una estética rococó, elegantemente sugestiva, al modo internacional, ya próxima a decaer, desplazada por el triunfante Neoclasicismo, que acabó sobreponiéndose a todas las formas del Barroco.