Ceres, tocada por unas espigas como diosa de la Tierra, sostiene un cuerno repleto de frutos, símbolo de la abundancia y la fertilidad que la caracterizan. Recibe el homenaje de un grupo de campesinos, que entregan en ofrenda los productos que les otorga la tierra que cultivan. Esta diosa fue quien mostró a la humanidad la utilización del arado y la posibilidad de conseguir productos cultivados, a lo que el pintor alude incluyendo los bueyes.
Ceres encarna también el paso de las estaciones, es decir, el ciclo de la vida, cuya representación se plasma en el cuadro mediante los personajes de distintas edades que rodean a la diosa: niños, jóvenes, adultos y ancianos, reflejando incluso el inicio de una nueva vida en el estado de gestación de la diosa.
La pintura fue realizada al comienzo de la madurez artística de Jordaens, y en ella se aprecia la intensidad de colores, la perfecta asimilación del espacio y la energía en la ejecución propias de sus últimos años. La preferencia por los tipos humanos populares, casi vulgares, es muy frecuente en toda su producción y enlaza con la tradición de algunos artistas flamencos como Brueghel.
La obra esta documentada desde 1772 en el Palacio Real, como procedente del Palacio de la Zarzuela.