En 1639 Van Dyck se casó en Inglaterra con María Ruthwen, dama de origen escocés, que moriría en 1645.
El pintor retrata a su esposa con el cabello recogido en un tocado de hojas de roble, en alusión al apellido de su marido, cuyo significado en neerlandés es “roble” o “encina”. Viste un luminoso traje azul de gran escote, collar de perlas y pulsera, con el que juega ante el espectador, en gesto de evidente relajación.
Dada su relación con la modelo el pintor dota al retrato de un amplio sentido de intimidad y afecto, al que contribuye el gesto de las manos y la mirada de la dama. Con esta imagen, Van Dyck se alejaba de los retratos cortesanos que estaba pintando en Inglaterra por esos años, para hacer una pintura más cercana, de índole doméstica y privada.
En 1746 aparece entre las pinturas de la colección de la reina Isabel de Farnesio.
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