La escena se desarrolla en una plaza porticada, de la que solo se representan dos lados, en los que se levantan cuatro plantas con balcones, los de la fachada principal enmarcados por pilastras y escudos, y un tejado en el que se abren buhardillas. En el centro se eleva el patíbulo, cubierto con un paño o alfombra adamascada, al que se encamina María Estuardo.La católica reina de Escocia se representa en primer plano, en actitud teatral, de pie y de espaldas, con la cabeza girada hacia el crucifijo que enarbola con firmeza en su mano izquierda. Luce una corona sobre sus cabellos recogidos y un vestido escotado que le deja el cuello al descubierto, con talle ajustado y amplia falda, adornado con puños y cuello de encaje y largas mangas que, unidas en la espalda, forman una cola.A la derecha, en segundo plano, se sitúa un eclesiástico de pie, con birrete en la mano, que parece dirigirse a la soberana, seguido de un grupo de caballeros con la cabeza descubierta. A la izquierda, otro caballero en primer plano, seguido de otro personaje masculino y de un grupo de mujeres llorosas, dos de ellas arrodilladas, muestran su respeto a la soberana. Al fondo, alrededor del patíbulo, una multitud de diminutos personajes esperan el momento de la ejecución.El dibujo corresponde al lienzo que decoraba uno de los laterales del Arco de Triunfo levantado en la Puerta del Sol de Madrid para celebrar la entrada de la reina María Luisa de Orleans (1680), primera esposa de Carlos II, concretamente al del segundo cuerpo del lateral derecho.
El padre Pedro de Ribadeneyra (1526-1611), jesuita, biógrafo e historiador de la iglesia del Siglo de Oro, publicó su obra titulada Historia eclesiástica del cisma de Inglaterra (1588), poco tiempo después de ocurridos los hechos, de la que se hicieron numerosas ediciones. En el siglo XVII, dos importantes autores teatrales se interesaron por su historia, Lope de Vega (1562-1635), que escribió la obra titulada Corona trágica: vida y muerte de la Serenísima reina de Escocia María Estuardo (1627), dedicada al papa Urbano VIII, y Juan Bautista Diamante (1625-1687), autor de La reina María Estuardo.A partir de estas y otras fuentes bibliográficas, probablemente indicadas por el responsable del programa iconográfico del arco, Matías de Torres creó una iconografía más cercana al espectador, con unos personajes sumamente expresivos, dentro de una composición equilibrada, a fin de que la historia del cuadro, colocado a una cierta altura, fuera contemplada e identificada por cuantos la vieran. Para ello, el pintor trasladó la acción, del interior del salón central del castillo de Fotheringay donde sucedieron los hechos, a un patio al aire libre, cuya arquitectura recuerda más a la Plaza Mayor de Madrid que a un castillo inglés. La indumentaria de los personajes se aproxima más a la de las representaciones teatrales de la corte que a la moda inglesa, si bien, sobre el vestido propio de comedia de María Estuardo, ajeno al que describe Ribadeneyra en su obra, aplica unas amplias mangas que pudieran recordar a las mangas de punta, de moda en Inglaterra en ese momento. En el grupo de la izquierda, el personaje en primer plano podría ser su mayordomo, y las dos figuras arrodilladas sus dos damas, Jane Kennedy y Elizabeth Curle, fieles servidores que la acompañaron hasta el último momento. En cuanto a la presencia del eclesiástico, del que nada dicen los textos, por el gesto algo exagerado que hace María con la mano derecha, a la vez que gira la cabeza hacia el grupo de personajes del lado contrario, quizás podría interpretarse como una alusión al rechazo de la reina al sacerdote anglicano que le habían enviado, en lugar del católico que solicitó en sus últimos momentos.Matías de Torres ha creado una composición clara y ordenada, donde los elementos arquitectónicos están delineados geométricamente. Los personajes, de canon alargado, elegantes y delicados, con cabezas y rostros ovalados, apenas sugeridos por pequeños trazos que se esquematizan con la distancia, son característicos de este artista.En cuanto a la técnica, destaca la seguridad en el manejo de la pluma, con la que Torres alterna trazos largos y continuos con otros cortos, gruesos y quebrados para marcar los pliegues de las telas; o los rápidos y curvos con los que sugiere los rizos del cabello o los estampados de las telas, como en el paño del cadalso. El uso de la aguada sepia para crear marcados contrastes de sombras y luces, tomados de Francisco de Herrera (1647-1685), su querido y admirado maestro, es otra de las características de sus dibujos, acentuada en sus cuadros.
Etiketak: