Este primoroso dibujo tiene una significación realmente especial para el estudio de la formación y primeros pasos artísticos de Raimundo de Madrazo. Si atendemos a la precisa anotación escrita por su padre, el pintor Federico de Madrazo (1815-1894), en una esquina del dibujo, este fue realizado por un jovencísimo Raimundo a la sorprendente edad de 12 años, por lo que vendría a ser el primer testimonio seguro conocido hasta ahora de su labor artística, además de la muestra más elocuente y casi increíble de la excepcional precocidad que -al igual que ocurriera con su progenitor-, Raimundo de Madrazo mostró desde sus primeros años en sus dotes para la pintura y el dibujo. No consta que el niño Raimundo de Madrazo visitara El Escorial en 1853. Por el contrario, está perfectamente documentada la estancia estival que la familia Madrazo disfrutó en El Escorial durante el verano de 1856, con el fin de alejarse de las inquietantes revueltas que se sucedieron en la capital del reino. Durante este verano escurialense Raimundo de Madrazo copió al menos dos de las potentes figuras de atlantes pintadas en 1591 por el italiano Pellegrino Tibali (1527-1596) en la bóveda de la Real Biblioteca del Monasterio. Dichos dibujos están realizados con una factura extremadamente cuidada, que define con precisión los perfiles y modela los claroscuros de las anatomías con una sutil morbidez, gracias al trazo blando del lápiz, que sugiere suaves esfumaturas, a través de un entramado de líneas que gradúa las diferentes intensidades de las sombras, con un lenguaje plástico y una factura formal extraordinariamente similares a las que pueden apreciarse en el presente dibujo del Museo del Prado. Tales semejanzas estilísticas entre estos tres dibujos hacen pensar razonablemente que todos fueron realizados en esta misma campaña de 1856, fecha en que Raimundo contaba ya 15 años, aunque el mérito de su precocidad siga siendo exactamente el mismo y su calidad igualmente sorprendente.
Independientemente de estos ajustes sobre la exacta datación del dibujo del Prado, y aceptando que en efecto fuera realizado por el jovencísimo Raimundo apenas alcanzada la pubertad, es trabajo de extraordinario interés, ya que demuestra el riguroso método de aprendizaje impuesto por Federico a su hijo en la copia de los maestros antiguos, dentro de la más estricta tradición académica, reproduciendo en este caso la espectacular escena de la Matanza de los inocentes (Mateo 2, 16-18), pintada también por Tibaldi entre 1586 y 1590 en uno de los tramos del claustro del Monasterio del Escorial. En este sentido, resulta particularmente interesante la elección por parte de Federico de Madrazo de este artista que trabajó en El Escorial, representante del manierismo más genuino, para que fuera copiado por su hijo Raimundo, seguramente con la intención de que se adiestrase en su especial complicación compositiva, el acusado sentido dramático de la narración escénica, repleta de figuras en un movimiento desaforado y la diversidad de planos, perspectivas y proporciones, como ejercicio de una evidente dificultad que, como resulta evidente, Raimundo solventó airosamente. Por lo demás, este dibujo sirve para recuperar una visión del aspecto original del fresco, llamativamente alterado tras una desafortunada restauración moderna de su parte baja, en la que se añadió la cabeza implorante de una mujer y el empedrado del suelo.
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