Siguiendo la iconografía tradicional de la Virgen Inmaculada, aparece María sobre el globo terráqueo y el cuarto lunar pisando la cabeza de la serpiente maldita, destacándose sobre un círculo resplandeciente flanqueado por cabezas de querubines. Con las manos extendidas y con su cabeza coronada de estrellas, alza su expresiva y a la vez recogida mirada hacia lo alto, donde se insinúan, desdibujadas, más cabecitas de ángeles. Se propone con relativa cautela la autoría de Mengs a esta singular pieza de la Inmaculada. Su espléndida factura, el refinamiento de su técnica, la delicadeza del modelado de las carnaciones y la finísima gama cromática empleada, nos hacen pensar en el original que Mengs pintó en Turín en mayo de 1774, poco antes de su regreso a España, y que, después de estar, en 1788, en la colección privada de Fernando Méndez -según indica Ponz- pasaría a la Casa de los Cinco Gremios Mayores de Madrid, en donde José de Madrazo, entre 1800 y 1801, la copiaría cuatro veces, según se desprende del propio inventario del autor, siendo una de ellas la que conserva la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (inv. 322).
Aparte de estas referidas copias de Madrazo, sabemos que, anteriormente, también fue copiada por los pintores José Beratón (por encargo de Manuel Godoy) en 1792 y por Angel Arias en 1795. Existen además, referencias bibliográficas que dan a conocer otras copias, aunque, a falta de estudio, por el momento, es imposible conocer si corresponden a alguna de las otras cinco, que desde el año 1982, han aparecido sucesivamente en el mercado artístico nacional.
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