Uno de los vasos más admirados de los conservados en el Museo del Prado que representa el mito clásico de Narciso, joven extraordinariamente bello que se enamora de sí mismo al ver su rostro reflejado en el agua.
La decoración del asa, formada por una sirena y el torso del joven que nace de unas flores y se inclina para mirarse en el agua, está en relación con los grabados del Manierismo internacional que en el siglo XVI circulaban por Europa con diferentes modelos decorativos y, en particular, con jarros de la escuela de Fontainebleau. El trabajo del pie, de lazos entrecruzados conocidos como “lacerías”, deriva del arte mudéjar español.
Esta obra forma parte de la herencia recibida por el rey Felipe V (1683-1746) a la muerte de su padre, el Gran Delfín, en 1712.