Retrato oficial de Felipe IV, con los elementos clásicos del retrato cortesano. Vestido de negro con cuello ancho, sigue la línea de ciertos retratos realizados por Antonio Moro para Felipe II. El bufete de trabajo sobre el que apoya la mano, junto con el papel de la mano derecha, aluden a la actividad de gobernante, siendo referencia directa a su trabajo diario. La mano, apoyada en la espada, sugiere su responsabilidad en la defensa militar de los reinos.
Es uno de los primeros retratos que Velázquez hizo de Felipe IV, realizado poco después de llegar de Sevilla. La juventud del monarca, contrasta con los sucesivos retratos de época madura. El dominio espacial, colocando la figura en una estancia indefinida, está perfectamente logrado y anticipa los mejores retratos del artista, que no obstante, corrigió la posición de los pies y la caída de la capa, para dotar a la imagen de una mayor esbeltez.
Velázquez hizo varios retratos similares del monarca. Éste se documenta en el Palacio del Buen Retiro en 1700. Desde 1828 está en el Museo del Prado.
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