Don Diego de Acedo, servidor de palacio desde 1635, compatibilizaría su empleo como bufón, en el caso de serlo como se afirma tradicionalmente, con otro tipo de oficios, como el de correo real y oficial de la estampilla. Su responsabilidad al frente del sello con la firma real justifica la presencia del infolio que sostiene y del recado de escribir depositado en el suelo.
El apodo de "el Primo" puede derivar del hecho de que éste era el apelativo con que el Rey trataba a los Grandes, que además tenían el privilegio de permanecer con la cabeza cubierta ante él, de la misma forma que se encuentra el enano en este retrato. De ser cierta esta interpretación, parece que el apodo quisiera satirizar las pretensiones de grandeza del personaje, aunque también se ha aludido a sus posibles relaciones familiares con el pintor.
El fondo del retrato está sin concluir y en él se advierten fácilmente una serie de trazos verticales que son el resultado de la limpieza del pincel en el propio lienzo.
Pese a que hay datos de que Velázquez pintó un retrato de don Diego en 1644 durante la jornada real a Aragón, no es seguro que se trate de esta misma obra, que permaneció durante el siglo XVII en el Alcázar de Madrid, pasando posteriormente a la Torre de la Parada, a El Pardo, y finalmente al Palacio Real, de donde ingresó en el Museo en 1819.