Cristo acariciando la Cruz, ha transcendido el dolor físico durante el camino al Calvario, alzando su mirada al Cielo con gesto sereno. El pintor cretense transforma la narración del pasaje bíblico tradicional en una imagen de devoción. La convierte en una metáfora de la salvación, de redención, coincidiendo con un momento en que la Contrarreforma ensalza la Cruz como uno de los símbolos más elocuentes.
El tema fue tratado en numerosas ocasiones por El Greco. Esta versión destaca por su desenvuelta ejecución y vibrante factura.
En 1786 se cita un cuadro con este tema en el Convento de San Hermenegildo de Madrid.