Se trata de una reconstrucción compuesta por ocho cuentas bicónicas, cuatro cuentas ovoides y un colgante en forma de jarrón o ánfora, todo ello en oro, que se alternan en la actualidad con cuentas de piedra azul. Todas las piezas de oro son de extraordinaria calidad y por los rasgos técnicos de la ornamentación en filigrana, algunas de ellas formaron unidad en origen, no así las piedras, que parecen distorsionar la composición del conjunto. El ánfora es la pieza central por su complejidad. Se trabajó sobre lámina y de forma separada el cuerpo, el cuello, la base, el borde y las dos asas. El cuerpo y el cuello se conformaron en dos mitades simétricas, estampadas; la base y el borde son sendas láminas con los bordes largos plegados para presentar un mejor acabado. El interior de esta pieza contiene todavía restos de lo que debió ser un relleno, probablemente de alguna resina, que le daría consistencia y evitaría abolladuras y roturas, aunque también pudo tratarse de un ambar oloroso que hacía de perfume. La ornamentación se distribuye por toda la superficie a base de filigrana con detalles granulados: sobre el cuello dos rosetas opuestas, con pétalos de cordón y gránulo central; la unión de cuello y cuerpo se cubre con cenefa de ovas y línea de cordones; debajo de las ovas y cubriendo la parte más gruesa de la panza, un campo de hojas de hiedra, en hilo liso de sección circular, alternando con grupos de tres gránulos que podrían interpretarse como granos de polen; la mitad inferior ser rellenó con largos meandros de cordones; incluso las asas presentan una decoración de línea sinuosa en cordón de hilo. Las cuentas bicónicas, trabajadas sobre dos troncos de cono unidos por el ecuador, se decoraron con el mismo motivo que la mitad inferior del ánfora, meandros que se unen en la línea del ecuador disimulada con línea de cordones. Por el contrario, las ovoides, más complejas y de mayor tamaño, presentan dos cenefas de ovas en el ecuador, meandros cerrados en los extremos y círculos de hilo enrollado en espiral cubriendo los espacios en reserva. Estas últimas cuentas se fabricaron a partir de dos mitades longitudinales soldadas entre sí. Los hilos que se emplearon en la realización de estos motivos son cordones fabricados a partir de la torsión conjunta de dos hilos lisos, pero otros se hicieron con finísimas cintas laminadas torsionadas sobre sí mismas hasta conseguir un hilo con aspecto de cordón, por ejemplo en los motivos circulares de hilo enrollado en espiral.
Esta forma de trabajar la filigrana no es frecuente en la Península Ibérica, únicamente en el taller de Cádiz del siglo IV a. C. se trabajaron los hilos por el método de la torsión, pero desde luego éstas no son piezas que se puedan adjudicar a este taller gaditano sino que habría que fecharlas mucho más tardiamente, hacia el siglo II a. C. [...] De momento no podemos apuntar ninguna hipótesis con fundamento sobe la procedencia de este collar. Sí podemos argumentar la fecha propuesta puesto que los colgantes en forma de jarrón o ánfora tienen una historia bien documentada durante todo el helenismo, llegando a expresiones cada vez más grandes, con asas voluminosas y decoración barroca, al final de este periodo.
CAMÓN AZNAR, José. Guía Abreviada del Museo Lázaro Galdiano. Madrid: FLG, 1951. CAMPS CAZORLA, Emilio. Inventario del Museo Lázaro Galdiano (1948-1950). PEREA, Alicia. "La orfebrería helenística de la Colección Lázaro". Goya, revista de arte. Madrid: 2009, pp. 264-265. VV.AA.. Arqueología en la Colección Lázaro Galdiano. Madrid: Fundación Santillana, 1999. p. 36; Arqueología en la Colección Lázaro Galdiano. [Catálogo de Exposición].