Luca Cambiaso fue un pintor italiano del Renacimiento español. También fue conocido entre sus contemporáneos como Luchetto da Genoa. De entre todos los pintores genoveses de la época, él fue el único capaz de traspasar la esfera local y rivalizar con colegas como Pellegrino Tibaldi. Hijo del también pintor Giovanni Cambiaso (1495-1579), parece que no influyó en la formación artística de Luca. Al contrario, éste estudió avidamente cualquier obra importada de los grandes maestros contemporáneos, sobre todo Perino del Vaga, Pordenone y Giulio Romano. Parece que incluso realizó un extenso viaje por Lombardía y, probablemente, también visitó Roma. La primera obra de su manos que ha sobrevivido es la decoración al fresco del Palazzo Doria (ahora prefectura de Génova, 1544), con escenas históricas y mitológicas. Ya a tan temprana edad ha conseguido una acertada síntesis de los estilos de Perino y Pordenone, fundidos con una gran energía y consiguiendo resultados muy modernos. A partir de mediados de siglo, Luca fue dulcificando poco a poco su estilo, un tanto violento, y adoptando las convenciones de la Maniera. La decoración de la bóveda de la iglesia Doria de San Mateo (antes de 1559, junto con Il Bergamasco), nos lo muestra dominando todas las sutilezas y elegancias del Manierismo. Sin embargo, este estilo no se adaptaba del todo al espíritu de Cambiaso. Su tendencia a la geometrización y a los efectos ilusionistas, su afán descriptivo le hacen uno de los precursores de los que se ha venido en llamar contramaniera, el movimiento de reacción a los excesos manieristas, apoyado en actitudes pietistas, contrarias a los artificios del movimiento. Es en los cuadros de pequeño formato, preferentemente de asunto no religioso, donde esta tendencia es más visible. Fragmentos verdaderamente cautivadores propios de la pintura de género, junto con la mágica utilización del ambiente nocturno. Cambiaso explotó este género con acierto, creando efectos visuales sumamente poéticos. Fue un claro precedente del arte del francés Georges de la Tour. Conocido por su gran actividad como decorador de los palacios de Génova, en 1583 fue llamado por Felipe II, para decorar la bóveda de la iglesia del Monasterio de El Escorial, muriendo a los dos años sin finalizar su obra. Su puesto será ocupado por Zuccari y Tibaldi. Entre los frescos que se conservan en el Escorial destacan la Coronación de la Virgen (en la bóveda de la Capilla Mayor), la Gloria (en la bóveda del coro) y escenas de Cristo resucitado (rellano de la escalera).