Obra muy semejante a otras esculturas del siglo II d. C. conservadas en el Museo del Prado procedentes de la Villa Adriana en Tívoli. Estas esculturas querían evocar, en el canopo de la Villa, el ambiente egipcio que vio la muerte de Antinoo, amigo de Adriano. En su origen, esta cabeza debió formar parte de una estatua de cuerpo entero, y parece pertenecer a un importante conjunto de obras egipcias y egiptizantes, todas ellas halladas por los jesuitas en la Villa de Adriano, durante el siglo XVII. El cardenal Camillo Massimi adquirió diez de estas estatuas fragmentarias, y fue quien ordenó restaurarlas. A su muerte, una fue adquirida por Cristina de Suecia y nueve fueron adquiridas por el Marqués del Carpio, de las cuales ocho pasaron a Felipe V (recogidas en el Cuaderno de Ajello) y llegaron a adornar los jardines de Aranjuez y desaparecieron durante la Guerra de la Independencia; en cuanto a la novena, llegó a España con las otras ocho, pero se perdió, acaso adquirida por un coleccionista privado. La décima obra egiptizante de la colección Massimi, por razones de estilo (la comparación con los dibujos del Cuaderno Ajello es determinante) se puede asegurar que se trata de ésta, que sería adquirida por Cristina de Suecia, en cuyo catálogo aparece un "idolo di pietra paragone" de 2 palmos y 1/2 (poco mas de 50 cm) con el que puede identificarse. Ajello se equivocó por completo a la hora de identificar la figura, ya que la iconografía de Serapis es la de un hombre barbado.