Es una de las 12 esculturas que decoran la fachada principal del edificio del Museo Nacional del Prado. Valeriano Salvatierra recibió, en 1830, el encargo de realizar 16 estatuas para decorar el primer cuerpo de la fachada principal del Real Museo. Sin embargo, pronto se recortó el proyecto reduciéndolo a 14 figuras. Mediante una Real Orden se señala el tema de cada una de ellas y el objeto del programa decorativo. Programa, que estaba más relacionado con la conclusión del edificio, fechada en 1831, que con el conjunto de obras allí atesorado. En mayo de 1836 muere Salvatierra, dejando el proyecto inconcluso, siendo sustituido dos meses después por Francisco Elías como primer escultor de Cámara y por José de Tomás como restaurador de Escultura del Museo. En 1847, Piquer, recién nombrado restaurador del Museo en sustitución de Tomás, no menciona todavía ninguna escultura acabada, sino tan sólo seis que se encuentran en distintos grados de ejecución. Por todo ello cabe poner en duda que Salvatierra pueda ser considerado el autor de todas las obras. Cuando Charles Clifford fotografió el Museo del Prado entre 1852 y 1863, todas las obras estaban ya colocadas en sus vanos. Figura en contrapposto marcado, que dirige su mirada hacia la derecha y hacia abajo, donde se halla un capitel jónico sobre un pedestal, que está desvelando al levantar con la mano derecha el paño que lo cubría. En la mano izquierda porta una barra troncopiramidal de ocho lados. Lleva un túnica larga y un manto convencionales; éste cae por delante, desde el hombro izquierdo. Esta obra, resalta por su carácter creativo, casi sin paralelos en el Museo del Prado, y puede decirse que respeta con toda correción las costumbres de la indumentaria antigua.
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