Sobre el fondo de una puesta de sol aparecen un puente y un río, que divide en profundidad el paisaje. En el centro y en primer término tres pastores, siete cabezas de ganado vacuno y dos cabras, enmarcados por arboledas a derecha e izquierda.
La luz y la Naturaleza, verdaderos protagonistas de la composición, dejan percibir un sentimiento dramático, recurso que Lorena sustituirá en sus obras posteriores por una elegante y clásica serenidad.
Esta obra pudo ser pintada para el Palacio del Buen Retiro del rey Felipe IV (1605-1665), siendo compañera de La vuelta del rebaño (P2260), también en las colecciones del Museo del Prado y de quien depende en su composición formal.