El noble y militar sevillano José Dávila Tello de Guzmán murió repentinamente a la edad de cuarenta años en Madrid, el 21 de julio de 1750. Teniente general de los Reales Ejércitos y comandante en jefe de la Brigada de Carabineros Reales, tomó parte en importantes campañas militares en Orán, Nápoles, Bitonto y Piacenza. En honor a su memoria, su hermana Ana encargó la construcción de este túmulo y la celebración de las exequias funerarias en la Iglesia de San Vicente de Sevilla. Durante la noche del 2 de agosto sonaron las campanas en recuerdo al difunto, preámbulo de las celebraciones litúrgicas que tendrían lugar al día siguiente: la iluminación de las antorchas del monumento, las ceremonias religiosas cantadas y rezadas acompañadas de música instrumental, las visitas de distinción, la oración fúnebre, y el último responso. La oración fúnebre, redactada por el jesuita Florencia de Gante, se publicó aquel mismo año en Sevilla, junto con la descripción del túmulo y esta estampa del grabador hispalense Pedro Tortolero (¿Sevilla?-1766) de la que nos ha llegado la lámina de cobre (G05606) y una estampación moderna (G05607). La publicación de la imagen resultaba el mejor complemento a su descripción iconográfica, cuyo profundo mensaje ideológico se transmitía a través de la misma arquitectura del monumento y del lenguaje críptico de los jeroglíficos, alegorías, y emblemas que lo adornaban. Los posibles artífices de esta arquitectura efímera, el pintor Francisco Miguel Ximénez y el retablista Juan Cano, idearon un monumento de planta octogonal, de marcada verticalidad en tres alturas. Apoyado sobre un pedestal, el túmulo se articulaba alrededor de ocho pilastras dóricas y jónicas con sus entablamentos y molduras correspondientes en cada cuerpo, y los muros retranqueados con infinidad de adornos. Destacan los cuatro lados principales, donde se colocaron las cartelas con los motivos iconográficos y sus leyendas correspondientes. El lado del túmulo que reproduce Tortolero, el que miraba al coro, presenta en el lugar principal del cuerpo inferior, el texto del epitafio sepulcral rodeado de símbolos de la muerte: esqueletos y una calavera con un reloj de arena. En el centro del segundo y tercer cuerpo, aparecen los emblemas del sol poniéndose en el horizonte y del Ave Fénix renaciendo de sus cenizas, que hacen referencia al tema de la eternidad. Además, sobre uno de los extremos del entablamento del segundo cuerpo, inscrito en una cartela oval, la muerte es representada esta vez por una hoz segando la mies. A pesar de que, evidentemente, el discurso figurativo esencial gira en torno al tema de la muerte y de la fugacidad del tiempo, el recordatorio a las hazañas del difunto es constante mediante la incursión de adornos militares. Escudos de armas, trofeos, insignias y jeroglíficos referentes a sus logros bélicos, se distribuyen por todo el monumento. Destacan los jeroglíficos situados en cartelas ovales al final de las cornisas del segundo y tercer cuerpo: una mano sosteniendo un bastón de mando, la Fama tocando el clarín, y un navío de guerra sobre un mar embravecido. Por último, el monumento remata en lo alto con la representación del ataúd, tapado por un paño de terciopelo bordado en oro, sobre el que se colocan ensalzando su memoria, un sombrero de plumas, un espadín y un bastón de mando propios del rango de general.