Escena bíblica del Antiguo Testamento (Daniel 13, 1-63), que muestra a Susana bañándose en su jardín sin advertir la presencia de dos jueces, Arquián y Sedequía, quienes requerirán sus favores sexuales. Ante su negativa, los jueces levantaron falso testimonio en su contra, acusándola de adulterio. Daniel, encargado de juzgar el caso, demostró la falsedad de las acusaciones y castigó a los perjuros.
Susana, ejemplo de Virtud, ha sido paradójicamente uno de los desnudos más repetidos a lo largo de la Historia del Arte.
Obra capital del artista en su etapa juvenil, donde se aprecia la influencia de los Carracci y de Caravaggio, sobresale por el naturalismo de las figuras y el uso de fuertes claroscuros. Estas características contribuyen a dar un mayor dinamismo a la acción, especialmente a las figuras de los jueces mientras que el desnudo de Susana emana una clásica serenidad.
Esta obra fue pintada junto a Lot y sus hijas, del Patrimonio Nacional, para el cardenal Ludovisi. Ambas piezas fueron regaladas en 1664 por el príncipe Niccoló Ludovisi al rey Felipe IV (1605-1665), quien las instaló en el Monasterio de El Escorial.