Este retrato, que no está en muy buen estado de conservación, representa a un hombre joven. Su cara delgada con los huesos de las sienes y de las mejillas claramente sobresalientes, las cejas contraídas y las arrugas de la frente recuerda un tipo de representación que se ha conservado en numerosas copias del primer periodo imperial. Este tipo, llamado de "Corbulo", pero cuya identificación con "Cn. Domitius Corbulo" -el padre de la emperatriz Domicia- no es segura, ha sido interpretado como una versión clasicista de un tipo realista de retrato tardorrepulicano. Sin embargo, según demuestran algunos detalles del trabajo del mármol, el retrato del Prado no fue hecho a comienzos de la época imperial, sino en el siglo III d.C.; o sea, retoma un retrato de un época precedente, lo que volvería a ser habitual en el siglo III. Además de la seria mirada dirigida hacia la izquierda, con la marca incisa del iris y de las pupilas, hacia esta época apunta sobre todo la descuidada barba sin afeitar, que no llama particularmente la atención. La barba, sugerida con unos pocos golpes puntuales de cincel, va desde las orejas hasta la parte baja del mentón, que sí está afeitado. El mentón afeitado y las cejas contraídas también son característicos de los retratos de Caracalla, en tiempos de su monarquía, si bien la barba del emperador, sobre todo en el primer tipo del monarca, se desarrolla más a partir del cuello y las mejillas y está modelada de forma más plástica. Es probable que el retrato de un hombre joven en el Vaticano, que como el retrato del Prado presenta una cabellera ondulada y una barba con leves incisiones, haya sido elaborado muy poco después.