Vista panorámica de la sierra de las Agujas en los alrededores de Corbera (Valencia). La obra supone un claro revulsivo en el panorama del paisaje español, animado por el realismo que estaba imponiéndose desde Europa a través de paisajistas como Carlos de Haes. La exaltación del color, en el que se introducen azules y malvas intensos, es sin embargo una característica propiamente suya. Degrain rehusó en este caso introducir figuras que animasen el paisaje o marcaran una narración anecdótica, evitando distraer al espectador de la grandiosidad imponente de la Naturaleza.
Figuró en la Exposición Nacional de 1864 donde obtuvo una medalla por su valor artístico.