Retrato frontal de una niña con una pandereta en la mano izquierda y sosteniendo una muñeca con su brazo derecho.
Fiel a su interés por el retrato de niños, Pinazo, consigue en esta ocasión una atmósfera de gran familiaridad, realizando un retrato muy íntimo. La gama de colores tiende a los grises y azules, evitando los tonos pardos tan frecuentes en muchos de sus retratos infantiles. Son muy destacables varios aspectos que aventuran una evidente modernidad, como el punto de vista elevado, que se relaciona con la pintura francesa moderna, o el encuadre casi fotográfico. La factura espontánea y la vaporosidad de ciertos elementos como el traje, hacen de éste uno de sus mejores retratos. Fue adquirida en 1930 para el Museo de Arte Moderno.