El uso de superficies de piedra para disponer los objetos fue habitual entre los bodegonistas madrileños del siglo XVII. Van der Hamen utilizó aristas melladas para subrayar su naturaleza pétrea. El último paso de esa evolución lo daría Juan de Arellano, que asentó varios de sus floreros sobre rocas con la superficie superior plana. A medio camino se encuentra este cuadro de Espinosa. Sobre esa base colocó una serie de frutas, que conservan todas sus calidades y están descritas con una mezcla de frescura y precisión tal que parece que están pintadas del natural.