Nos encontramos ante un tipo de retrato doble, de madre e hija, bastante frecuente hacia mediados del siglo XIX. En esta tipología se suele situar al vástago en pie, junto al progenitor, composición de gran éxito que heredará la retratística fotográfica. Este tipo de retrato solía realizarse en el momento de presentación en sociedad de la joven que, al retratarse junto a su madre, se mostraba junto a su modelo vital. Además, servía para atestiguar la continuidad familiar a través de la nueva generación. Se acompaña el retrato de ciertos elementos simbólicos, como por ejemplo, el perro, signo tradicional de representación de la Fidelidad, la columna, como signo de rectitud y fortaleza, el espejo, etc., aprovechando el retrato burgués muchos de los símbolos codificados de la retratística nobiliaria. Todo ello aparece integrado en la ambientación que reproduce un salón burgués ricamente aderezado, en el que se presenta a las retratadas. Éstas, pertenecieron a la familia de financieros Tapia. Magdalena Parrella, la madre, posa sentada en un sillón de cuyo respaldo cuelga su capa de pieles. De su vestimenta destacaría la profusión de adornos, con ricas y complicadas joyas, la peineta de carey que sujeta el tocado de cintas que caen sobre sus hombros, el traje de terciopelos, puntillas y finalmente la mantilla de blondas. Su hábito sirve como contraste al de su hija, Elisa Tapia, de imagen sencilla y juvenil, a lo que contribuyen las tonalidades rosas y blancas de vestido y guantes, el único aderezo que constituye el broche que cierra el escote y la sencillez del peinado en bandós.
La composición, monumental, se ve intensificada por el punto de vista bajo. La disposición de las figuras describe una serie de lineas sinuosas muy bien trabadas y perfectamente ceñidas al formato oval que el artista suele emplear en este tipo de retratos dobles.Al año siguiente de realizar este retrato, el pintor realizó el retrato de Manuel Tapia y familia, hoy en paradero desconocido y quizá complementario de éste.
Elisa Tapia y Parrella, casada con el banquero, diputado y senador Adolfo Bayo, fue retratada además por Federico de Madrazo en 1876, en otra efigie también conservada en el Museo del Prado (P04476).
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