Fortuny retrató a sus hijos en numerosas ocasiones a lo largo de toda su vida, otorgando siempre a estas composiciones un ambiente tranquilo, pleno de candidez y felicidad, como es el caso de este retrato de María Luisa y Mariano, en un salón japonés.
La exhuberancia de la vegetación de la parte izquierda y los elementos de decoración casi oníricos, recuerdan al mundo de fantasías infantil.
La técnica rápida y elaborada de la parte superior contrasta con los trazos apenas abocetados del suelo, donde sólo se puede apreciar lo que quizás pudiera ser el reflejo de las plantas.
Esta obra fue legada por Mariano Fortuny y Madrazo, ingresando en las colecciones del Museo del Prado en 1950.
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