La Virgen se aparece milagrosamente a San Bernardo para ofrecerle su leche como premio a la defensa mariana. El santo sorprendido en su estudio, cae de rodillas. A su espalda permanece la mesa de trabajo y su librería, en el suelo otros libros y el báculo de abad.
Por tema y dimensiones, es probable que se trate de un cuadro de altar destinado a algún convento cisterciense. Sin embargo no está documentado hasta su aparición en la colección de la reina Isabel de Farnesio en 1745.
Murillo alterna a lo largo de su carrera los lienzos con figuras aisladas con los grandes cuadros de mayores ambiciones compositivas. Esta obra incluye las figuras y elementos que el artista gustaba de representar, como la Virgen con el Niño, los angelitos, el luminoso rompimiento de Gloria o los magníficos detalles de naturaleza muerta, representados en este caso por las flores y los libros.