Destacada desde las primeras biografías del artista como su primera obra de empeño realizada durante su periodo de aprendizaje parisino, ya Carderera señala como el cuadro "mereció los elogios de David, juez el más severo de las producciones de sus discípulos", sirviendo el cuadro para "haberle aumentado el gobierno de S.M. la pensión con que pasó a Roma a perfeccionar sus talentos".
Se trata también de uno de los testimonios fundamentales y más tempranos de la pintura religiosa española del siglo XIX, además de uno de los lienzos de composición más interesantes de neoclasicismo español.Jose Luis Díez señala el desliz iconográfico al hacer protagonista del pasaje evangélico a Anás en lugar de al sumo sacerdote Caifás, según narra San Juan (18, 19-24).José de Madrazo cita el cuadro en su inventario manuscrito de 1835, entre las obras ejecutadas en París, indicando que fue pintado entre 1802 y 1803, lo que rectifica la fecha de 1805 con que se ha venido datando el cuadro hasta fecha bien reciente.